Marta

Marta es una amiga de esas con las que se puede contar con los dedos de una mano. Tiene 31 años y la sonrisa más agradable que jamás hayas visto en tu vida. Nació en el sur de España, aunque adora viajar y cambia a menudo de residencia. No fuma, no bebe y cada semana practica yoga. Le gusta tanto este deporte que incluso ella misma se ofrece de vez en cuando como monitora voluntaria en acampadas y salidas campestres.

Marta es una chica muy cercana a mí, tan cercana que aunque a veces estemos a muchísimos kilómetros de distancia, y por mucho tiempo que pase sin vernos, cuando nos reencontramos nos fundimos en un abrazo que nos conecta al último segundo del último día que nos vimos por última vez. Nos miramos a los ojos mientras nos contamos lo que pasó en los cinco meses anteriores en menos de cinco minutos. Hablamos de viajes, de ilusiones, de proyectos por hacer, de ideas locas por intentar, hablamos en español, a veces en inglés, incluso en francés… Hablamos, hablamos mucho. Queremos llenar de palabras el tiempo que pasamos juntas.

Hace poco más de un año nos reencontramos un día extrañamente silencioso. Mi intuición me decía que aquella boca temblorosa quería anunciarme algo. No me lo contó, me lo escupió,

–Me he encontrado un bulto en el pecho.

No me podía creer lo que estaba escuchando. ¡Con 31 años! Traté de calmarla, estas cosas pueden pasar aunque no tienen por qué ser malignas. Varias pruebas y un mes más tarde la noticia salió atropellada de su boca,

–Tengo cáncer.

Yo me vine abajo. Nunca, nunca podré olvidar lo que me decían sus ojos aquel maldito minuto. Ni nunca podré recordar el resto de la tarde porque, paradojas de la vida, ella fue la que tuvo que reconfortarme a mí. Al día siguiente me quise despertar con la falsa ilusión de una horrible pesadilla. ¿Por qué a ella? ¿Por qué una de las personas más positivas y saludables que conozco se tenía que enfrentar a un cáncer de mama? A partir de entonces, “quimioterapia” fue la palabra más repetida de nuestras charlas, el hashtag de nuestras emociones.

–Qué curioso, la gente se preocupa porque se me cae el pelo mientras yo me muero por sobrevivir–. Marta probablemente sea la única paciente que, mientras le explican el uso de determinados fármacos en su obligatorio tratamiento, haga sonreír al médico con sus ocurrencias. El sentido del humor llevado al límite, queriendo reír cuando la vida le plantea llorar.

Hace ya tres meses que le han operado. Ella insiste en que ha tenido mucha suerte con el resultado de la quimioterapia. El cansancio extremo, los vómitos, la caída del pelo… todo ha merecido la pena porque la reducción del bulto ha sido espectacular, incluso ha podido conservar su mama. Pero no es la misma. Marta en este tiempo ha cambiado, todavía no sabe cuánto, pero vaya si ha cambiado. Tendrá que vivir con las secuelas físicas que acarrea el uso continuado de medicamentos y la falta de determinados ganglios. Pero eso ya no le importa ni a ella ni a los que la queremos. La siento más fuerte que nunca, ahora que sabe qué y quiénes son lo realmente importante en su vida.

Desgraciadamente, Marta no es un personaje creado para este relato. Este texto es real y doloroso aunque yo le he cambiado el nombre para preservar su intimidad. Me sentía con necesidad de apoyar con algo más que con palabras o silencios compartidos y por eso me he decidido a crear un calendario cuyos beneficios irán a la asociación contra el cáncer de mama. Un granito de arena más por la lucha contra esta enfermedad.

Si estás interesado en comprar uno, ponte en contacto conmigo a través de twitter, facebook o envía un email a beatriz.lizana [arroba] xperimentando.com

 

Actualización: Esta iniciativa tuvo muy buena acogida y se ha ido repitiendo estos años. La intención es la misma, Marta ya se encuentra mejor pero hay que seguir apoyando la investigación contra el cáncer de mama. Aquí puedes ver el resultado de lo que se ha hecho hasta ahora, que estamos con la edición de 2017. ¿Quieres colaborar tú también?

Quiero un calendario